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F.S.:
Mi madre tiene 72 años, a esta edad es
difícil comenzar de nuevo. Está la casa, que
no quisieran dejar. Pero una de las cosas por
las que mi mamá no ha pensado en salir es
porque mis hermanas y cuatro de sus seis
nietos continúan en Venezuela.
T.B.:
¿Cómo las recibió Argentina?
A.P.:
Yo me adapté muy bien. Buenos Aires
es una ciudad muy fácil de vivir para una
persona con discapacidad. A mí siempre me
han preguntado si volvería a Venezuela, y la
verdad es que no. Tengo un poco de esa nos-
talgia que se atribuyen los brasileños, y la
sufro mucho.
F.S.:
Yo vine sola y desde que llegué me sentí
muy bien. Ese mito que tienen los argenti-
nos afuera, no es así, yo desde que llegué me
sentí como en casa y no me iría. Cuando voy
a Venezuela extraño volver. Me encanta
Venezuela pero a la semana me hacen falta
los acentos argentinos.
A.P.:
Sí me dolía mucho cuando Chávez
estaba en su apogeo. Escuchar hablar de él,
escuchar que pensaban que era una persona
simpática…incluso hoy cuando me pregun-
tan si Estados Unidos está detrás. Yo pienso
que aun si Estados Unidos está detrás, algu-
na matriz de descontento hay para que haya
tanta gente en la calle, no se puede comprar
a un pueblo, ni siquiera a la mitad de uno.
Esa gente no responde a los intereses de
Estados Unidos, país al que le ha ido muy
bien con la gestión de Chávez porque ade-
más ha comprado petróleo a un precio con-
veniente. Hoy nosotros contamos lo que
sucede y nadie nos cree.
T.B.:
¿Qué ocurre cuando vuelven a
Venezuela?
F.S.:
Mis hermanas y mi madre no me reci-
ben en el aeropuerto. Va un señor a buscar-
me, porque ellas tienen miedo de que las
asalten en el camino. El aeropuerto queda a
orillas del mar, el Caribe es precioso, pero
uno llega con la angustia de que puede suce-
der algo. Hace 15 años mis amigos me invi-
taban a cenar a su casa, hoy las invitaciones
son a desayunar o almorzar por la situación
que se vive en las calles.
T.B.:
Cuesta creerlo.
A.P.:
Es así. Se juntaron a almorzar mis ami-
gos y a las 6 de la tarde retornaron todos a su
casa por miedo de lo que pudiera pasar.
F.S.:
Los restaurantes estaban abiertos hasta
la madrugada, hoy a las ocho, con suerte,
conseguís algún lugar abierto para comer. En
los shoppings se ha creado un piso con res-
taurantes. Entonces la gente va al banco, a
comer, al cine y todo ahí. Y a las nueve todo
el mundo retorna a sus casas porque además
está el racionamiento de electricidad.
T.B.:
¿Venezuela tiene racionamiento de
electricidad?
F.S.:
No tanto en Caracas, pero sí,
Venezuela exportaba energía a Colombia y a
Brasil, y ya desde hace unos años empezaron
los cortes de electricidad en todo el país. Hay
ciudades que con suerte tienen entre ocho y
diez horas de luz por día.
T.B.:
¿Cómo ven el futuro de Venezuela?
A.P.:
Muy difícil. Se ha perdido la confianza
en el otro, hay mucha polarización e intole-
rancia. Venezuela tiene recursos, así que el
que venga tiene con qué mejorar la situación;
todo está muy deteriorado ahora, pero
Venezuela tiene petróleo para usar como res-
paldo. Es algo que si el 99,9 por ciento de los
venezolanos no se lo pone al hombro, no va
a ser fácil.
F.S.:
Venezuela tiene recursos, pero se han
ido cercenando. Para hablar de cifras, hace
diez o quince años había más de 15.000
empresas privadas y hoy no llegan a 7000,
parte del desabastecimiento es eso, la capaci-
dad productiva de Venezuela no existe. O
fue expropiada o la cerraron. Hay muchos
recursos, si nos ponemos a trabajar todos hoy
van a pasar muchos años para que podamos
recuperarnos. Ahora va a haber un aumento
de combustible, Venezuela está importando
nafta. Vienen unos años muy difíciles. Yo lo
dije desde que murió Chávez, porque hubo
muchos amigos que sostenían que ahora íba-
mos a salir adelante, pero yo dije que no por-
que es el comienzo de una pesadilla que
empezó hace varios años.
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