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Ministerio de Finanzas de Angola lo
ordena, el Exim Bank realiza el desem-
bolso transfiriéndolo directamente a las
cuentas de los contratistas. El repago se
inicia tan pronto como el proyecto ha
sido completado. A su vez, los ingresos
por la venta de petróleo, realizados bajo
estos acuerdos, son depositados en una
cuenta de garantía bloqueada, desde la
cual se deducen los montos exactos des-
tinados a hacer frente al servicio de la
deuda. Por último, el gobierno de
Angola es libre de utilizar discrecional-
mente el dinero remanente”.
Nigeria y sus vaivenes políticos
A diferencia de Angola, donde la con-
ducción del presidente José Eduardo
Dos Santos –en el poder desde 1979– ha
asegurado una continuidad en las gran-
des líneas políticas, la experiencia china
en Nigeria ha tenido mayores obstáculos
debido a la sucesión de tres jefes de
Estado en los últimos 15 años. La llega-
da de las empresas petroleras chinas se
dio durante el mandato de Olusegun
Obasanjo (1999-2007), favorable a la
política de “petróleo por infraestructu-
ra”. Durante su administración, se reali-
zaron cuatro rondas licitatorias. En la
tercera de ellas, en 2006, se le adjudica-
ron a CNPC dos áreas en el delta del río
Níger y otras dos en la cuenca del Chad,
a cambio de un compromiso de inver-
sión por 2000 millones de dólares en la
modernización de la refinería de
Kaduna, 211 kilómetros al norte de la
capital Abuja. En la cuarta ronda que
tuvo lugar en 2007, CNPC consiguió
una concesión adicional y CNOOC
pudo quedarse con cuatro áreas licitadas
como contrapartida de un crédito del
Exim Bank por 2500 millones de dóla-
res para la modernización de la línea
férrea Lagos-Kano y la construcción de
la represa hidroeléctrica de Mambilla.
Sin embargo, el escenario cambió con el
final del segundo período de gobierno
de Obasanjo –un cristiano yoruba del
sur del país– y la llegada al poder, en
mayo de 2007, de Umaru Yar’Adua –un
musulmán fulani del norte–. El nuevo
presidente adoptó una política que el
periodista e investigador Gregory
Mthembu-Salter define como
“oil for
cash”
(“petróleo por efectivo”) y dejó de
lado la posibilidad de ligar la explota-
ción del crudo nigeriano a la realización
de proyectos de infraestructura. “La sus-
pensión por parte de la administración
de Yar’Adua de los acuerdos de petróleo
por infraestructura del período de
Obasanjo significó un revés para la polí-
tica del gobierno chino hacia Nigeria, lo
que implicó una completa revisión del
modo de hacer negocios con ese país”,
señala el autor en su trabajo
Elephants,
Ants and Superpowers: Nigeria’s Relations
with China
, publicado por el South
African Institute for Internationals
Affairs (SAIIA). Una muestra de este
nuevo enfoque fue la decisión de
Sinopec de adquirir, en junio de 2009,
los activos de la firma canadiense Addax
Petroleum, quedándose con sus conce-
siones petroleras en Nigeria.
La muerte de Yar’Adua en mayo de
2010 modificó nuevamente el panorama
político en una inestable Nigeria, que
venía sufriendo desde 2006 una fuerte
campaña de desestabilización y sabotaje
a sus estratégicas instalaciones petroleras
por parte del Movimiento para la
Emancipación del Delta del Níger
(MEND). De allí es justamente origina-
rio el nuevo presidente, Goodluck
Jonathan, quien buscó encauzar las rela-
ciones con China y, a poco de asumir,
firmó un memorando de entendimiento
con Beijing para la construcción de tres
refinerías y una planta petroquímica.
Un año más tarde, la compañía estatal
NNPC (Nigerian National Petroleum
Corporation) suscribió con la CSCEC
(China State Construction Engineering
Corporation) un acuerdo para la finan-
ciación de las obras por un total de
28.500 millones de dólares, que en un
80 por ciento provendrían de un crédito
del Industrial and Commercial Bank of
China (ICBC). En conjunto, las refine-
rías de Brass, Lokoja y Lekki deberían
alcanzar una capacidad de procesamien-
to total de 400.000 barriles diarios. Sin
embargo, hasta la fecha los trabajos no
han comenzado.
En el caso nigeriano, concluye Gregory
Mthembu-Salter, los acuerdos de “petróleo
por infraestructura” han demostrado ser
“inviables”. “Beijing –asevera este analis-
ta– ha tomado conciencia de lo duro
que es en la Nigeria actual lidiar con los
ciclos electorales que pueden echar por
tierra cualquier negocio, ya que cuando
el poder estatal es transferido a través de
elecciones de una élite a otra, concreta-
mente desde una élite procedente del sur
cristiano a una musulmana del norte, el
botín del Estado es sometido a una rene-
gociación”. La recomendación del autor
para las empresas chinas interesadas en
Nigeria es que “adquieran los activos
petroleros con pagos en efectivo” y les
advierte que, aun así, es posible que
“tengan que realizar pagos extras por sus
adquisiciones cuando la siguiente élite
asuma el control del Estado”.
Petróleo, diplomacia
e inversiones
A pesar de los obstáculos, Beijing está
decidido a hacer pie en el territorio afri-
cano y los resultados están a la vista.
Entre 2001 y 2011, las importaciones
chinas de crudo procedentes de África
registraron una tasa de crecimiento
anual acumulado del 34 por ciento. En
2011, por ejemplo, los países africanos
fueron responsables de la producción del
18 por ciento del crudo importado por
Beijing. Además, si tomamos el período
acumulado 2003-2010, más de la mitad
de la inversión extranjera directa de
China en África se orientó hacia el sec-
tor petrolero. Esta demanda irá en
aumento en el mediano plazo y las gran-
des compañías estatales del gigante asiá-
tico seguirán saciando su sed de petróleo
en estas costas. El gran interrogante es si
los gobiernos africanos serán capaces de
aprovechar esta oportunidad para saldar
sus cuentas pendientes en términos de
mejora en las condiciones de vida de su
población y modernización de su infra-
estructura.
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