DEF N° 96 - page 40

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COLUMNISTA
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veces es la misma espiral criminal de tráfico de
drogas y sus anexos la que muestra a los diri-
gentes el camino por recorrer. Cuando, como
en el caso colombiano y más recientemente el
mexicano, los bandidos o criminales recurren a
armamento con calibre propio de ejércitos, gra-
nadas, explosivos, lanzacohetes, inteligencia
electrónica, aviones y vehículos blindados, o el
Estado transforma a la policía en militar o hace
intervenir, con reglas de empeñamiento claras y
concretas, a las FF. AA., en especial a sus cuer-
pos de élite más motivados y menos permeables
a la corrupción, como en el caso de la Infantería
de Marina mexicana. Cuando se cuenta con
fuerzas intermedias, entre la doctrina y arma-
mento policial y el militar, como la Policía
Nacional Colombiana, se forman unidades
como el “bloque de búsqueda”. Los televiden-
tes de la miniserie sobre Pablo Escobar verán,
capítulo a capítulo, el denodado pero letal tra-
bajo de ese grupo de élite.
En el caso argentino, los desafíos son varios:
como solía decir Juan Luis de Imaz, en las últi-
mas largas décadas, más que una élite (compe-
titiva entre sí, pero con algunos códigos básicos
de convivencia), tuvo y tiene “los quemandan”.
A diferencia de una élite con visión de largo
plazo, los juegos suelen ser de suma cero y de
peleas para ver quién toma muchas veces el
timón del Titanic luego del choque, antes que
de preocupase por reparar el tajo en el casco del
barco. Otra dificultad no menor es la idea que
sobrevuela en algunos sectores, referida a que la
lucha contra el narcotráfico es solo una agenda
impulsada y hasta inventada por los EE. UU. y
sus aspiraciones de poder mundial. A estas per-
sonas cabría recomendarles que vean las medi-
das del régimen cubano contra narcos que
intentan operar dentro de la isla para usufruc-
tuar el mercado interno. Podrán comprobar lo
draconiano del accionar del Estado para desar-
ticularlos.
Por último, y no menor, es la dificultad, políti-
co-psicológica, que tiene el Estado argentino
desde hace tiempo, pero en especial postrauma
2001, para ordenar la vía pública. Cabe enu-
merar los miles de cortes, piquetes, tomas,
saqueos, trapitos, barrabravas que se han suce-
dido en esta última década. Ni que decir de
aquellos que por torpeza, idealismo, o directa-
mente por mala fe e intereses obscenos, creen
que se pueden organizar y manipular jóvenes
carenciados y presidiarios para formar fuerzas
de choque políticas. La historia muestra que
estos “frankenstein” suelen tomar vida propia y
derramar una violencia y accionar que distan de
poder ser dirigidos mecánicamente.
Finalmente, cabe esperar más golpes de los
poderes del Estadomexicano, activamente apo-
yado por los EE. UU. y por potencias europeas
aliadas, dado que estas estructuras fuertes y pira-
midales –como son varios de los carteles aztecas
del presente y los colombianos desarticulados
en los 90– son vulnerables a acciones de deca-
pitación de sus mandos cuando existe una
estructura política y social dotada de voluntad y
de capacidad. Desde ya, muchas veces debe
correr mucha sangre y traumas para que se con-
formen estos consensos. Lo ideal, siempre difí-
cil en el caso argentino, sería tratar de generar-
los antes. Aunque, dado nuestro ADN nacio-
nal, cabría asimismo ponderar la posibilidad de
que aun cuando se llegue a esos traumas, ni
siquiera así se establezcan esos acuerdos básicos.
Por tener, según Naciones Unidas, el penoso y
peligroso récord de consumo de drogas,
vis a vis
cualquier otro país de la región, y ser un impor-
tante canal de tránsito de estupefacientes hacia
Europa (con peligrosas escalas en África, donde
en diversas oportunidades se establecen alianzas
tácticas entre narcos y grupos filo Al-Qaeda y
otros), más que constituirse en un megapro-
ductor como Colombia, Perú y Bolivia –si
bien también las estadísticas serias y diversos
allanamientos muestran elaboración de cocaí-
na desde pasta base importada–, la opinión de
los especialistas se orienta a prestar atención a
escenarios de protomaras o protomafias surgi-
das en las cárceles. Esos dos fenómenos, inte-
ractuando según estos informes con grupos
ligados al mundo de las barras bravas y el pun-
terismo político-barrial. Un mezcla más que
explosiva. Cabe imaginar el desafío que tendrá
el Estado argentino en confrontar grupos cri-
minales de gran poder económico y armado, si
presenta dificultades para poner en caja a
barrabravas de fútbol y pandillas como las que
los medios han popularizado en Rosario y
Mendoza.
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Triste récord.
Ya son más de 60.000 las víctimas por el conflicto del narcotráfico en México
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