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a a fines del año pasado había fuer-
tes versiones sobre que faltaba
poco para que lo capturaran. Pero
pasaban los días, semanas y meses,
y el escepticismo volvía. No era
para menos, había sido detenido
en 1993 en Guatemala y en 2001
en México, y ambas veces había escapado sin
mayores dificultades. A ello cabe agregar las
disquisiciones más o menos conspirativas
que se elaboraron en los últimos dos años
acerca de un supuesto pacto de no abierta
agresión entre el cartel por él dirigido y el
Estado. Motivado, según decían, por ser su
estructura delictiva menos sanguinaria y vio-
lenta, comparada con otros carteles como los
Zetas, los Templarios, etc.
Desde ya, estamos hablando del Chapo
Guzmán. Ese hombre pequeño en estatura,
uno de los máximos referentes y delincuen-
tes de la historia de México. Ver la saga de las
películas de
El Padrino
, la famosa
Cara cor-
tada
de Al Pacino, o la más reciente
Inflitrados
, dirigida por Martín Scorsese en
2006, no haría más que acercarnos a este
mundo de sombras y grises, donde nada es lo
que parece a primera vista.
Como muestra, bastaría recordar que hace
pocos años una de las últimas parejas del
Chapo dio a luz a uno de sus hijos en uno de
los más sofisticados y exclusivos sanatorios
de California, en los EE. UU., acompañada
por familiares, y -según se comentó- con
alguna supuesta breve visita del propio
Chapo durante un lapso de la estadía en ese
estado americano.
Pero finalmente, este escurridizo bandido,
como se suele decir en las tierras colombia-
nas a este tipo de personajes, cayó en la red.
La captura del Chapo Guzmán por parte de
fuerzas de la Infantería de Marina mexicana
tuvo cuatro pasos fundamentales: las inter-
ceptaciones efectuadas por los EE. UU. a la
telefonía satelital y a las comunicaciones del
Chapo, un informador, el empleo de vehí-
culos aéreos no tripulados de los EE. UU. y
un poco de suerte.
El primer rastro se dio en Nogales (Arizona)
por parte de la DEA, cuando fue capturado
uno de los hijos de Ismael Mayo Zambada,
uno de los principales jefes y colaboradores de
la estructura del Chapo. Los celulares del joven
fueron inspeccionados por la agencia de inteli-
gencia NSA de los EE. UU., especializada en
comunicaciones. Así se pudo ir descubriendo
cómo era la estructura de seguridad del
COLUMNISTA
///
Y
El Chapo Guzmán
El Patrón del Mal 2.0
La caída del líder del cartel de Sinaloa cristaliza la forma en
que opera el narcotráfico y los sistemas gubernamentales
que procuran combatirlo. Pero más que nada, llama a refle-
xionar sobre la presencia cotidiana y real de este flagelo en
toda la región.
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