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crática y la teoría del nacionalismo. Sus
reflexiones apuntan a reconciliarlas, con el
objetivo de mejorar la calidad de las demo-
cracias (Hall, John.
Estado y Nación
, 2002).
En el caso de Escocia, resultan atinentes.
Stepan recuerda que en los Estados multi-
nacionales –el Reino Unido lo es–, los líde-
res de la sociedad civil y política deben
explorar instituciones que promuevan la
integración política y la lealtad al régimen
democrático. Refiere a un conocido compa-
rativista, Arend Lijphart, quien advirtió que
los países multinacionales deben buscar
prácticas institucionales de mutua asocia-
ción, “consociativas”, que permitan la con-
vivencia pacífica.
Stepan recuerda que las identidades políticas
no son permanentes y los hombres pueden
profesar lealtades cruzadas. También, que
los ciudadanos pueden someterse a diferen-
tes soberanías, como en el caso de Cataluña,
que alcanzó cierta autonomía como territo-
rio, pero sigue unida a España y a la Unión
Europea. El problema consiste en superar la
tensión entre los derechos individuales y los
derechos como grupo de escoceses, vascos o
catalanes. Al respecto, Charles Taylor
(
Nacionalismo y modernidad
) remarca las
diferencias entre las sociedades medievales,
jerárquicas, donde el campesino se vincula-
ba a un Señor y este al rey, mientras que en
las sociedades modernas la ciudadanía es
directa. Existe una esfera pública donde los
ciudadanos participan del debate y de un
mercado donde los agentes económicos par-
ticipan en pie de igualdad. En Escocia estos
espacios contienen vestigios jerárquicos,
pero los ciudadanos participan de movi-
mientos sociales, políticos o religiosos que los
vinculan horizontalmente respetando su
individualidad. El orden jerárquico del reino
estaba basado en una legitimidad originaria
que fue quebrada por la modernidad: en otro
orden de pensamiento, el contractualismo
devino en los modernos constitucionalis-
mos. El nacionalismo se apoya en la premisa
del derecho de los pueblos a crear su propia
constitución, pero vinculando el tiempo ori-
ginario con el tiempo de hoy.
El nacionalismo es producto de una rivali-
dad y esto puede desestabilizar a la demo-
cracia. Esta es vulnerable a cualquier movi-
miento que amenace sus bases, que no son
fáciles de consolidar. Sin embargo, en
Escocia, el nacionalismo apela a la dignidad,
pero no intenta minar la legitimidad demo-
crática. La élite nacionalista busca la “adap-
tación creativa” que menciona Taylor,
teniendo como modelo las instituciones
nórdicas, especialmente Noruega y su esta-
do de bienestar. Apelan a la diferencia, pero
sin poner en riesgo el régimen de derechos e
igualdad ciudadana; apuntan a impulsar el
desarrollo integral, pero sin dañar todo lo
bueno que han logrado hasta ahora, aun
aceptando el riesgo de desaparecer como
fuerza política si pierden el referéndum. Se
acercan a la premisa de Stepan, un Estado
donde los derechos del grupo no violan los
derechos individuales y donde la ciudadanía
democrática se expande. El resultado del
referéndum nos intriga menos que el modo
en que esa sociedad encauza un proceso tan
complejo.
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Referéndum.
El próximo 18 de septiembre, los escoceces decidirán entre su independencia y la permanencia en el Reino Unido
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