DEF N° 96 - page 34

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COLUMNISTA
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crea la nación. Además, la élite nacionalista
normalmente proviene de la burguesía y se
encarga de la construcción de lo nacional,
incorporando luego a los sectores popula-
res. Benedict Anderson, un antropólogo
experto en el sudeste asiático, decidió estu-
diar el nacionalismo luego de la invasión de
Camboya por parte de Vietnam. Como
resultado de su investigación, su libro
Comunidades imaginadas
ha trascendido.
El fenómeno de guerras al interior del espa-
cio del socialismo real lo sorprendió, pero
lo ocurrido posteriormente en la ex
Yugoslavia pone de manifiesto la capacidad
predictiva de sus hipótesis.
Escocia
El nacionalismo continúa vigente en el
siglo XXI; es invocado en todas partes, aun
en países aparentemente homogéneos
como España y Gran Bretaña. En esta últi-
ma, en mayo de 2011 el Partido Nacional
Escocés (SNP por sus siglas en inglés) ganó
las elecciones del Parlamento escocés y su
líder Alex Salmond, impulsó el referéndum
por la independencia del Reino Unido.
Este reino se había conformado en 1707,
cuando la aristocracia escocesa firmó un
acuerdo con el rey de Inglaterra por el que
se unieron los parlamentos y nació la ban-
dera común, la conocida “Union Jack”.
Esto fue producto de las negociaciones de
los nobles escoceses, que cedieron la sobe-
ranía a cambio de beneficios y prebendas
que aún hoy se ven reflejados en la propie-
dad de la tierra, concentrada en unos pocos
terratenientes. Actualmente, estos hechos
explican algunos matices del carácter feudal
del Reino Unido, donde las clases plebeyas
aceptan la existencia de la monarquía, de
los nobles y sus beneficios, lo celebran y se
solazan en sus fastos.
Escocia es un país especial. Sus más de
cinco millones de habitantes descienden de
celtas, anglos y normandos, y hablan gaéli-
co escocés, escocés (adaptación local del
inglés), además del inglés oficial. Como
dijimos, en 1707 se firmó la “Union Act”
que provocó dos grandes rebeliones repri-
midas violentamente. La fusión de los rei-
nos dejaría a Escocia sojuzgada, mante-
niendo vestigios de soberanía en el sistema
educativo y jurídico. Entre 1760 y 1855 se
desarrolló otro capítulo obscuro de esta his-
toria, conocido como los “
clearances
” (des-
pejamiento) de los campos. Los jefes de los
clanes despejaron el campo de campesinos,
expulsando a miles de
highlanders
hacia las
ciudades. El motivo fue concentrar la
explotación de las ovejas laneras y produjo
también la emigración al Nuevo Mundo.
La Iglesia de Escocia apoyó la iniciativa,
afirmando que esa era la voluntad de Dios.
Los descendientes de esos aristócratas, que
aún conservan gran prestigio, defienden
a sus ancestros diciendo que algo debía
hacerse porque la región estaba superpo-
blada y la gente se moría de hambre.
En lo económico, los escoceses no fueron
ajenos a los avatares de las islas británicas.
En 1970 las cosas cambiaron con el descu-
brimiento del petróleo en el mar del Norte;
sugestivamente, el nacionalismo emergió
políticamente obteniendo del Parlamento
Británico la llamada “Devolution Act” en
1977, cuyos efectos no se materializaron al
perder el referéndum de 1979. Escocia fue
también un laboratorio de las políticas de
Thatcher, aplicándose las privatizaciones
que afectaron especialmente a los trabaja-
dores. Al mismo tiempo, las regalías del
petróleo fueron siempre directamente al
tesoro británico, por lo que el país debió
reciclarse como una economía postindus-
trial, apostando al turismo. Muchos atribu-
yen la ola nacionalista actual a los efectos de
aquellos años de salvaje flexibilización y a
que los gobiernos laboristas posteriores no
cumplieron su promesa de reparar los
daños sociales y culturales. En el llamado
corredor Edimburgo-Glasgow, conocido
como el Silicon Glen, compañías multina-
cionales de computación establecieron
plantas de ensamblaje, pero la tecnología de
punta no echó raíces. Aquí también se
observa la tendencia del Reino Unido a
concentrar los negocios alrededor de
Londres, “cerca del trono”, espacio
donde circula la élite económica y finan-
ciera británica.
Pero los escoceses han venido resistiendo y
en 1997, mediante un referéndum, obtu-
vieron la creación de un Parlamento pro-
pio, que fue convocado por primera vez en
1999. Así, en 2011 el SNP ganó las elec-
ciones y se anunció el referéndum. Este se
realizará el 18 de septiembre de este año, y
el año pasado fue presentado el libro
Scotland’s Future
, donde los nacionalistas
expusieron sus objetivos. Allí prometen
crecimiento económico, mejoras al sistema
de cuidado infantil, menos impuestos y
facilidades para la “inmigración tecnológi-
ca”. También proponen continuar utilizan-
do la libra esterlina como moneda, cuestión
que el gobierno de Cameron halla dificul-
tosa, así como garantizan la permanencia
en la Unión Europea, puesta en duda por
su presidente, Durao Barroso.
Esta guía de más de seiscientas páginas, que
puede bajarse de Internet, fue lanzada en
Glasgow, no casualmente la ciudad donde
habita la clase trabajadora. El documento
expone cómo Escocia negociará su salida
del Reino Unido al que pertenece hace tres-
cientos seis años. Entre las respuestas a las
preguntas de la gente común propone
remover las armas nucleares británicas que
están en la base naval de Falsane, así como
nacionalizar el sistema de correos, el vene-
rable Royal Mail, cuya importancia no se
alcanza a comprender cabalmente en países
ajenos a las islas británicas (el correo es casi
un símbolo del Imperio). Frente a estas
propuestas, Alistair Darling, líder de la fac-
ción prounión agrupada en “Better
Together” (Mejor juntos) agita el fantasma
del default de la deuda escocesa al Banco de
Inglaterra, si se produce la secesión. Las
encuestas sugieren que los nacionalistas aún
no alcanzaron los votos necesarios, cuestión
que revela el carácter democrático del país.
El partido nacionalista podía, al acceder al
gobierno, declarar la independencia direc-
tamente, pero no lo hizo manifestando que
debía consultarse a los ciudadanos. Los par-
tidos tradicionales, laborista, conservador y
liberal democrático se oponen a la inde-
pendencia y los nacionalistas solo tienen
el apoyo del partido verde. Las campañas
se desarrollan pacíficamente y nos remi-
ten a la relación entre nacionalismo y
democracia.
Nacionalismo y democracia
El investigador Alfred Stepan reconoce una
ausencia de diálogo entre la teoría demo-
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