AL CIERRE
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Creo que por estos días la mayoría de los
argentinos estamos preocupados por el
futuro del país, pero me parece que esa
preocupación no es igual en todos los
casos, porque la bandería política cubre
inexorablemente dicha preocupación con
un manto de pesimismo o de optimismo.
Para correr la reflexión de esa dicotomía
inevitable, se me ocurren dos ejemplos, el
primero de los cuales tiene que ver con la
película
Puente de espías
, que cuenta la
historia verídica de un abogado especialista
en seguros llamado James Donovan, a
quien en plena Guerra Fría, la CIA le enco-
mienda la defensa de un supuesto espía
ruso. La estrategia es sencilla: la falta de
especialización del abogado en temas de
espionaje hace suponer a la CIA que este no
interferirá en el simulacro de juicio, cuyo
previsible y ejemplificador final será la
condena a muerte del espía. Pero resulta
que el abogado, dedicado como ya dije a
los seguros y a las proyecciones numéricas,
logra convencer al juez de la causa de que
no es conveniente condenar a muerte a su
defendido, sino que es mejor mantenerlo
con vida para la eventualidad de tener que
intercambiarlo por algún espía americano.
El otro ejemplo es más bien anecdótico, y se
refiere al modo tenso y brusco en que mane-
jaba un taxista, cuya obsesión consistía en
predecir las infracciones de tránsito de los
otros conductores para, una vez confirmadas,
esgrimir la ley trasgredida. Pero sucede que la
manía predictiva de este taxista le servía de
muy poco, porque ocupado en demostrar
que los demás no cumplían con las normas
de tránsito, incurría en maniobras altamente
peligrosas que ponían en riesgo a todos.
Por el contrario, el abogado del primer
ejemplo, gracias a la deformación profesional
de aplicar la probabilística a una situación pre-
sente que nada tenía que ver con los seguros,
logra salvar vidas al anticiparse a un hecho
futuro del que nadie se había percatado.
En conclusión, creo que no sirve de nada
pensar el futuro político o personal de una
manera pesimista u optimista, sino que
más bien nos conviene, al menos por el
momento, concentrarnos en nosotros mis-
mos para tomar el control de nuestras propias
capacidades. Quizás logremos de ese modo
evitar la estúpida y peligrosa tentación de
sostener todo el tiempo conjeturas sobre lo
que los otros, sean o no políticos, harán o
dejarán de hacer.
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Andrea Estrada
Futuro imperfecto
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La autora es doctora en Lingüística
www.andreaestrada.com.ar