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COLUMNISTA INVITADO

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a frase del epígrafe, de innegable

actualidad, podría haber sido

expresada por cualquier observador

extranjero de estos tiempos, carente

de condicionamientos ideológicos,

y no necesariamente por un emba-

jador norteamericano. Pero fue escrita por el

jefe de misión de Estados Unidos en Buenos

Aires, en noviembre de 1946, en un cable al

Departamento de Estado. George

Messersmith, que reemplazó en la Argentina

al inefable Spruille Braden, llegó a Buenos

Aires días antes de la asunción del general

Juan Domingo Perón en su primera presi-

dencia.

La frase fue extraída de un libro del embaja-

dor argentino Juan Archibaldo Lanús, escri-

to con la abundante documentación y las

profundas reflexiones que le son propias

(1984.

De Chapultepec al Beagle. Política

Exterior Argentina 1945-1980

, Buenos Aires:

Emecé). En su primer capítulo, titulado “La

posguerra”, el autor describe el estado de la

conflictiva relación argentina con Estados

Unidos desde el final de la Segunda Guerra

Mundial. Como sabemos, esa “historia de

desencuentros y sospechas”, como la llama

Lanús, era muy anterior y se percibió clara-

mente durante la Primera Conferencia

Panamericana, celebrada en Washington en

1889. La Segunda Guerra Mundial, en lo

referido a la relación bilateral, nos encontró

en bandos opuestos. La firme neutralidad

argentina, que alentaba sospechas de favore-

cer a las naciones del Eje, se oponía a la acti-

va participación norteamericana. Una parti-

cipación que procuró de manera intensa y

permanente quebrar nuestra neutralidad.

Este objetivo solo se logró en marzo de 1945,

cuando la Argentina le declaró la guerra a

Alemania semanas antes de la rendición de

este país, como condición para acceder a la

naciente Organización de las Naciones

Unidas.

Pero lo cierto es que Braden cometió todos

los errores posibles y, en especial, el menos

diplomático de todos: interferir en asuntos

internos de otro Estado. Con anterioridad,

hizo lo mismo en Colombia y Cuba, y en

este último país cultivó estrecha amistad con

Fulgencio Batista.

I

Sus actitudes se comple-

mentaban con la prensa norteamericana,

hostil a Perón, y no colaboraban con el

Departamento de Estado para formular jui-

cios equilibrados sobre la relación con la

Argentina. En 1945 y 1946, sus errores fue-

ron tan gruesos que le prestaron una inesti-

A lo largo de la historia argentina, las relaciones con la potencia del norte siempre

fueron un factor distintivo de cada administración. Desde el alineamiento hasta la

confrontación, muchas fueron las instancias del vínculo entre ambos países. Aquí,

algunas ideas para pensar una política a futuro.

Relaciones con EE. UU.

Una propuesta racional

L

>

Por Pedro von Eyken

“Mi propia sensación es que la Argentina tiene que atravesar por algunos definidos sufrimientos económicos,

quizá políticos, antes de que crezca hasta la estatura de un país de sus recursos y viva en su tiempo”.

George Strausser Messersmith, embajador de Estados Unidos en la Argentina, 1946