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l monte Tumbledown fue testigo
de una intensa pelea entre las tropas
británicas y las argentinas. Sucedió
entre el 13 y el 14 de junio de 1982,
en esa elevación de 258 metros
sobre el nivel del mar al este de la
isla Soledad, cercana a Puerto Argentino.
En la zona, se encontraban los infantes de
marina del Batallón 5 (BIM 5). A ellos se
sumarían integrantes de los Regimientos de
Infantería 4, 6 y 12, algunos de los cuales
sufrían el cansancio tras haber luchado por
los montes Harriet y Dos Hermanas. Pese a
ello, los efectivos del Ejército jugaron un
papel preponderante en el combate. No sólo
estaban allí para cubrir el repliegue del BIM
5, en caso de que esta unidad no pudiera sos-
tener la misión principal, sino que aus heroi-
cas acciones fueron determinantes en distin-
tas instancias del enfrentamiento. Tal es el
caso del subteniente Oscar Augusto Silva,
cuyo comportamiento es recordado por el
jefe del BIM 5, capitán de fragata de infan-
tería de marina Carlos Robacio, en la publi-
cación titulada
Desde el frente. Batallón de
Infantería de Marina 5:
“Entre los ejemplos
de conducta que conmueven, está el del sub-
teniente Oscar Augusto Silva, quien con
aproximadamente 15 hombres se incorporó
y solicitó se lo ubicara en el lugar en que se
preveía que lucharía más enconadamente;
sin dudas, ese lugar era el monte
Tumbledown”.
La mañana del 13 de junio, pleno invierno
en el archipiélago, las compañías de la
Guardia Escocesa fueron trasladadas al oeste
de monte Tumbledown. El plan británico
consistía en un ataque de distracción al sur
del monte, mientras que el ataque principal
sería un avance de tres fases provenientes del
oeste de la elevación. En su libro
Malvinas en
primera línea
, el hoy coronel mayor VGM
Lautaro Jiménez Corbalán describe que,
contrariamente a lo que venían realizando –
atacar por la noche para ocultar sus despla-
zamientos–, los británicos iniciaron el ataque
a las cinco de la tarde, junto con las luces del
atardecer, que delataban los movimientos.
Sin embargo, aquello que estaba planificado
para concretarse en pocas horas, se topó con
la defensa argentina y su importante resis-
tencia en las posiciones adelantadas.
Fieles a la máxima de Napoleón Bonaparte,
quien siempre insistió en el rol de la artillería
como columna vertebral de la fuerza que
lideraba, durante aquella noche los ingleses
no dejaron de hostigar a las tropas argenti-
nas. De hecho, los veteranos que hoy se
encuentran entre nosotros no dudan en afir-
mar que el fuego de la artillería enemiga en
las noches de Malvinas representó uno de los
principales y más angustiosos recuerdos, a
raíz de su protagonismo.
Finalmente, los británicos pasaron al asalto
de la posición. A las dos de la mañana, los
enfrentamientos continuaban, y soldados
cuyas misiones se habían cruzado se enfren-
taban cara a cara. Los protagonistas de aquel
sangriento encuentro recuerdan que, antes
de caer muerto, el subteniente Silva gritaba,
dando ánimo a las tropas de manera perma-
nente.
En un encuentro entre veteranos argentinos e ingleses, organizado en el Centro de Salud de
las Fuerzas Armadas, los antiguos combatientes recordaron una de las batallas más feroces
de la guerra: Monte Tumbledown. El combate se dio hacia el fin de la contienda, durante el
avance británico hacia Puerto Argentino.
Por Patricia Fernández Mainardi / Fotos: Archivo.
Guerra de Malvinas
Los últimos gritos de soberanía
DEFENSA
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