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base no muy diferentes de las nuestras e,
incluso, de las de otros países de la región.
Los brasileños sufrieron las mismas inte-
rrupciones democráticas, tuvieron regíme-
nes militares y padecieron de los vaivenes
de la Guerra Fría y de las crisis económicas
que todos vivimos. Se beneficiaron tam-
bién con el nuevo contexto internacional (al
igual que el resto de Latinoamérica), con la
irrupción de la demanda de 2500 millones
de personas (China e India), necesitadas de
nuestras materias primas y que, además, a
diferencia de los países centrales, tenían
economías complementarias con las nues-
tras y demandaban, principalmente, mate-
rias primas agrícolas, minerales e hidrocar-
buros. Seguramente es imposible siquiera
intentar dar una respuesta completa, en
este escaso espacio, a lo que ha ocurrido,
pero podríamos destacar lo siguiente: la
coherencia de una clase dirigente, la conti-
nuidad de sus políticas, el respeto por el
funcionamiento de la administración (aun
cuando las instituciones democráticas fue-
ron interrumpidas) y el respeto por lo
hecho, incluso cuando fuera mérito de una
anterior administración de signo contrario,
como las máximas respetadas por todos.
Incluyendo en ese todo a gobiernos civiles
omilitares, educadores, sindicatos o pensa-
dores, a los industriales y emprendedores,
a lo largo y ancho del país y en el curso del
tiempo.
Hace pocos meses, realizamos en Bogotá
un seminario sobre seguridad regional en
conjunto con la universidad colombiana
Jorge Tadeo Lozano. Analizábamos allí que
la ausencia de políticas de mediano y largo
plazo aplicaba a todos nuestros países,
excluyendo siempre a Brasil. No hay duda
de que esta expresión es verídica y tiene un
peso fundamental en todo lo que estamos
examinando. En el documento “Del gobier-
no de facto al Partido dos Trabalhadores:
Un caso exitoso de adaptación”, que publi-
camos en las próximas páginas y cuya lec-
tura recomiendo, se observa con claridad la
coherencia geopolítica de los pensadores
que desarrollaron este modelo exitoso.
Fueron ellos Golbery Couto e Silva, entre
1964 y 1980, Meira Mattos, entre 1975 y
1984, y Darc Costa, entre 1999 y 2011. Esa
coherencia se sostiene contra viento y
marea, y las correcciones son solo coyun-
turales y se corresponden con los cambios
que indica la realidad mundial, lo que no
incluye jamás modificar la base irrenuncia-
ble del proyecto común de Brasil. Me per-
mito incluir como figura imprescindible
para cualquier análisis a Antônio Delfim
Netto, el controvertido economista y políti-
co brasileño, con influencia determinante a
lo largo de veinte años de gestión en dife-
rentes gobiernos como ministro de
Hacienda, de Agricultura y de
Planeamiento. Él cimentó, desde todos
esos cargos y aun fuera de ellos, el “milagro
brasileño” al que su nombre está indisolu-
blemente ligado.
Mientras muchos renunciaron a la propia
geopolítica por considerarla fuera de época
y vinculada a la doctrina de la Seguridad
Nacional, en Brasil hubo políticas aggiorna-
das que dieron pasos a realidades concre-
tas, las cuales nunca fueron producto de la
improvisación y muchomenos de la casua-
lidad: la proyección sobre el Amazonas, la
salida al Pacífico, el desarrollo fundamental
de la industria de Defensa, las políticas
sobre el Atlántico, la proyección sobre el
África y la Antártida, son pasos incluidos en
sus Planes Nacionales para el Desarrollo y
conservan una coherencia en el tiempo que
provoca envidia, y también pemiten com-
prender las razones de lo que allí
ha ocurrido.
Hoy, en la coyuntura inmediata,
Brasil debe ratificar sus éxitos con impor-
tantes compromisos ante la mirada del
mundo entero: el inminente Mundial de
Fútbol, la próxima elección presidencial y
los cercanos Juegos Olímpicos de Río de
Janeiro lo encuentran en una situación
compleja en lo social, en el marco de impor-
tantes gestos de disconformidad de una
nueva clase media y ante el duro desafío de
combatir, con las armas de la legalidad, el
delito y el narcotráfico.
Ocurra lo que ocurra, éxito o fracaso ante
estos duros compromisos, nada cambiará
la dirección de la proa de este gran transa-
tlántico que representa Brasil en el mundo
de hoy, para quien Sudamérica no fue otra
cosa que una plataforma necesaria e
imprescindible para expandir su propia
identidad hacia el mundo entero.
Tan cerca de que nuestras selecciones de
fútbol se enfrenten, hagamos una tregua e
intentemos ganar con Messi el Mundial.
Pero aceptemos luego que ahí hay un espe-
jo donde mirarse, que más allá del fútbol,
Brasil es un socio y un amigo imprescindi-
ble y que ha recorrido un camino que debe-
ríamos intentar emular.
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El autor es director de DEF
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